Grillo,
yo te extrañaré.
Me llamo Alberto, como
he sido flaco desde chiquillo y me gusta saltar, todos me dicen ¨El grillo”, con
facilidad me trepo a los árboles, en mi cuarto subo a la cama, brinco hasta las vigas del techo que está alto y a pura fuerza de
los brazos me paso de un lado a otro y caigo sobre la mesa de trabajo. Tengo
catorce años, en un mes termino la secundaria, a mediados de Julio me entregan
mi certificado, luego a ver si entro al Tele bachillerato para hacer la prepa.
Mi papá no quiere que estudie más, señala que hay que trabajar, que el estudio
es pa´los ricos. Él es chofer de una camioneta, acarrea alimento para ganado,
dice que su patrón me dará chamba para cuidar las vacas y…
En ese momento un grito
de su abuela Catalina saca a Alberto de sus pensamientos:
--¡Grillo, Grillo
hijo!- Ven a ayudarme para ir a comer, ya es tarde, tengo hambre y nadie viene
por mí.
--Ya voy abuela, aquí
estoy en el patio, vamos a la otra casa para que comas. Toma el bastón, te
sostengo del brazo y vamos a comer abuelita chula.
La casa de doña Cata y
la de su nieto Grillo están cercanas, por la ceguera que padece desde hace años
la anciana no se desplaza sola, el
jovencito es quien la lleva y trae de una casa a otra, en contadas ocasiones la
acompaña su nuera Emilia o su hijo Hugo, padres del Grillo. La anciana saluda a
la nuera y pregunta:
--¿Ya vino a comer
Hugo?- Emilia le dice que no y Grillo comenta con burla: mi papá a estas horas
de la tarde anda borracho paseando a sus putas en la camioneta.
--¡Ay Alberto, no
hables así de tu papá!, dice Emilia y agrega, se echa sus copas, pero a tu
hermanita Joaquina ni a ti les falta nada, él todo les compra, pobremente
tenemos lo necesario en casa.
--Pues sí, nada nos
falta, golpes y cinturonazos nos sobran. Si no estuvieras ciega abuelita, verías a mi mamá
que trae los ojos morados y anda media coja
de la golpiza que mi papá le dio ayer que llegó briago, mi hermana y yo nos escondimos en tu casa.
--Yo no creo que Hugo
haga esas barbaridades - dice doña Catalina,
y tu Albertito ve a confesarte para que el señor cura te ponga penitencia y te aconseje.
¡Que Dios te perdone por hablar mal de
tu papá!
--¡Abuelita! dices que
exagero, como estás ciega ni cuenta te das de las palizas que mi papá nos da
casi a diario. Todo el barrio se entera.
Mientras tanto, en la
cantina Hugo platica con su amigo
Odilón. -Ya me dijo el patrón que le va a dar trabajo a mi chamaco en el
establo ora que salga de la secundaria, se ha puesto muy cabroncito y la verdad
ya no lo aguanto. Ahí va a aprender a trabajar y de pasada se gane unos pesos
extras que buena falta me hacen.
--¿Entos el Grillo no va a estudiar la prepa compa Hugo? No, dice el
aludido, que estudiar ni qué carajo. Tu y yo no estudiamos y no nos la
pasamos tan mal, el patrón nos tiene confianza y ahí va saliendo pa´l chupe .Y
le grita a la mesera: ¡Hey Juanita! Tráete dos cervezas bien frías y una buena
botana.
Es media tarde, pocos
feligreses se encuentran en la iglesia,
el humo de dos cirios invade con su fuerte olor a parafina la parte frontal del templo y un ramo de rosas
frescas frente a la Virgen de Guadalupe, despiden un grato aroma. Por un
pasillo lateral Grillo camina despacio, ve al sacerdote en el confesionario, se
hinca frente a él y,
--Ave María
purísima-dice el cura. Sin pecado concebido, responde el Grillo, ambos se
persignan y el sacerdote indica al muchacho, te oigo hijo: y Alberto empieza a
decirle…
--Dios te oyó hijo mío,
te aconsejo que platiques con tus papás, verás que entenderán y todo va a
mejorar en tu hogar. Dios te bendiga, recuerda, el domingo los espero en misa.
--Pero papá, yo
necesito hablar contigo y con mi mamá, dice el joven-, ¿Qué te cuesta? Solo un momento, no te vayas por favor. Nada
tenemos que hablar, grita Hugo; ya me dijeron que te fuiste a ver al cura, pero
yo soy quien los mantiene y el que manda. Al que no le guste que se largue de
la casa y no me sigas chingando Grillo porque con la reata nueva esa que ves
colgada en el marco de la puerta de tu cuarto te voy a dar una madriza, y tú
Emilia aplaca a este pinche chamaco o también te madreo a ti.
Doña Cata, en su
perenne oscuridad, con temor le dice a Hugo-Cálmate muchacho, no le grites así
al chamaco, ¡me espantas hijo!
--Usted ya me tiene
harto con sus chocheces – le contesta Hugo a su madre, siempre defendiendo a
este vago. Tú Joaquina, le dice a su hija de once años, lleva a la abuela a su
jacal pa´que deje de estar jodiendo aquí con sus achaques.
La mañana de este
caluroso viernes ha sido tranquila en la secundaria nadie faltó a clases en ratos
de descanso jugué futbol con los amigos y compañeros nos dio sed tomamos agua
sudamos a chorros mientras hablamos de películas de música de canciones por
cierto les dije a los chavos que me gusta mucho la canción Yo te extrañaré
luego me fui caminando hasta mi casa que me queda lejos de la escuela pero tenía ganas de ver a la gente las
casas las calles del pueblo pasé a darle
un beso a mi abuela que aunque esta ciega me reconoce por los pasos y por el
olor con más razón que ando apestoso a sudor sigo a mi casa me baño no tengo
mucha hambre le digo a mi mamá Emilia que voy a estudiar le doy un beso me meto a mi cuarto a la pasada agarro la
reata que me dijo mi papa que está colgada de un clavo en el marco de la puerta
en eso llega mi hermanita Joaquina le doy besos un puño de dulces le regalo una libreta y como
siempre le doy un cariñoso jaloncito de sus trenzas cierro bien para escribir una carta para nadie
en especial solo que sepan que mi papá no quiere hablar conmigo mucho menos
darme un abrazo jamás un beso o decirme siquiera
una palabra cariñosa y ya no quiero seguir así en la carta digo que deseo ir a
los honores a la bandera el lunes en mi escuela después a la iglesia para cumplirle al cura con su
misa que me lleven con banda de guerra y a la entrada al panteón que toquen mi
canción mientras la canto en voz baja coloco mi mesa de trabajo en el centro
del cuarto y me trepo en ella para amarrar con fuerza la reata a la viga del
techo de mi cuarto y así parado sobre la mesa llena de papeles subo y bajo varias veces el
nudo corredizo en la misma reata con la que mi papá amenazó que me iba a dar
una madriza y casi de puntillas me meto el lazo al cuello sin saber cuánto
tiempo voy a poder respirar o si me va a doler pero creo que más me han dolido
los desprecios de mi padre pero no hay arrepentimiento la decisión ya está
tomada y pateo con furia la mesa vuelan papeles y la hoja de la carta también
mientras todo me da vueltas me falta aire se me nubla la mirada y alcanzo a ver
ya muy borroso al Cristo de mi cabecera.
F
I N.
Donaciano
Barradas ortega.
San
Juan Evangelista, Ver. México. A 30 de Julio de 2014.