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sábado, 4 de octubre de 2014

Pánfilo el chaneque.




 


Pánfilo el chaneque.
Pánfilo era un  chaneque desconocido en el pueblo, nadie recordaba haberlo visto alguna vez, bueno, ni siquiera don Abundio que era el viejo más viejo de la comunidad, y que digo de la comunidad, ¡De toda la comarca!  Como él mismo decía. La única persona de los alrededores que, con cierta sonrisa picarona decía conocerlo era doña Mere, la abuelita  que vive allá por la orilla del río, cuenta que cuando ella tenía como  cinco años, ¡Uuuuuuuu! Ahora tiene como noventa, pero no le pregunten la edad porque se ofende pues dice que a las señoritas no se les cuentan los años. El caso es , dice la anciana, que en ese entonces ella conoció a ese chaneque regordete vestido con pantalón corto azul claro de tirantes de la misma tela,  y camisa anaranjada con mangas largas bombachas, sombrero gris con barboquejo y zapatos del mismo color que parecía le quedaban grandes. Lo acompañaban otros chaneques con vestimentas parecidas y todas de vivos colores. Entre ellos iba Tancredo, un chaneque con cara de enojón, Zoraida que era una chanequita de cara muy linda y Gomoso, un chaneque pequeñín, travieso y juguetón.
Pánfilo y sus amigos llegaban por el río y se trepaban por el lado del barranco al palo de limón dulce que está mero atrás del  patio, sigue contando la anciana bien acomodada en una poltrona ,mientras saborea un agua de tamarindo,-Y verán , sigue diciendo : los cuatro  personajes jugaban entre los árboles, comían frutillas silvestres ,guayabas o nanches y Gomoso  se comió en una ocasión un puño de chilpayas y se enchiló tanto que se bajó corriendo al río a tomar agua mientras los demás se reían con ganas.
Pánfilo se montaba en una rama un rato y luego saltaba  a las ramas de aguacate o al árbol de mango, se perdía por allá arriba y de momento aparece en el palo de guanábana, cierta vez andaba tan alocado jugando , que al pasar bajo el árbol mi mamá  Emilia, que andaba tendiendo ropa, Pánfilo atropelló una guanábana madura, la tiró y casi le cae a mamá en la cabeza, se le despachurró en el hombro embarrándole de fresca y dulce pulpa toda la blusa y mis hermanitos y yo corrimos a comernos la pulpa que se le resbalaba por la camisa a mamá ; le achacamos el incidente a un airecillo que en ese momento mecía las ramas de los árboles , pero fue Pánfilo el culpable de aquella atrocidad, cuenta riéndose la viejita Mere. Nadie puede ver a los chaneques, nos comenta la anciana, solamente los  niños o niñas inocentes o gentes como  yo que  no nos casamos  y vivimos en gracia de Dios.
 De todos modos , asegura la viejita con una sonrisa burlona , el tal Pánfilo , asustado por su travesura se fue a esconder entre los racimos de cocos en  lo más alto de una palmera donde creyó estar a salvo hasta que sin querer sacudió con fuerza un panal de avispas campaneras que lo picotearon a mas no poder , haciendo que el pobre chaneque  casi volara de rama en rama hasta el limón dulce desde donde se aventó al río para ponerse a salvo y por otro lado el Tancredo y Zoraida se escondieron bajo la tapa de madera del pozo para que no los picaran las avispas y Gomoso logró zambullirse a la tina de agua jabonosa de donde nomás sacaba burbujas, termina contando y riéndose la abuelita.
Mientras jugaba con sus cuatro hermanitos y dos hermanitas , Pánfilo la observaba desde arriba de los árboles , algunas veces enjorquetado en la rama de un ciruelo  saboreando el jugo de las ricas frutas , otras veces desde el palo de mandarinas donde desgajaba las naranjas y con fruición chupa los gajos, a veces cortaba  aromáticas  florecillas de azahar ,dejándole un ramito al alcance de sus manos ,por esos detalles cree (nos presume la viejita) que el chaneque estaba enamorado de ella, pues  le guiñaba el ojo de vez en cuando y lo curioso que nadie más de sus hermanos  lo veía. El que no dejaba de ladrar y perseguirlo por debajo de la arboleda  era mi perrito Chirimoyo, un lindo perro amarillo con una mancha café que le cubría la mitad de la cara con todo y oreja.
 Los chaneques, como sabemos en toda la cuenca del Río Papaloapan, acostumbran corretear y jugar en los patios  poblados de árboles frutales, como quien dice por todas partes, pues  en esta bendita zona lo que abundan son frutas y árboles que las producen. No le hacen daño a nadie, ni asustan a los niños cuando se dejan ver, por el contrario los cuidan de alimañas o de otros seres malignos. Cuando acuestan a un bebé a dormir en una hamaca bajo la sombra de los árboles, ellos,  los chaneques los adormecen con sus dulces y silenciosas  voces para que duerman plácidamente y sin sobresaltos.
 Deben saber que los chaneques son seres de unos ochenta  centímetros de estatura, trepadores ágiles lo mismo a los árboles o a las montaña, son nadadores incansables, las viejas leyendas aseguran que ellos habitan en lo más intrincado de la Sierra de Los Tuxtlas, en las faldas  del Volcán de San Martín, en el Cerro del Brujo, vagan y retozan por las islas y manantiales de la laguna de Catemaco. Aguas arriba se van desparramando por  los pueblos de los ríos Papaloapan, Tesechoacán, del San Juan y ríos Tonto y Valle Nacional.
-No olviden nunca que  estos seres son nuestros amigos, nos sigue diciendo la dulce anciana Mere, ellos no mueren, ni siquiera envejecen. Los pequeños como Gomoso o la niña Zoraida serán vistos siempre igual, ojala que Tancredo  alguna vez quite su cara de enojón y Pánfilo llegue a ser un distinguido caballero, pero sí esto sucediera, si los cientos o miles de chaneques que pueblan valles, ríos y montañas, que nos regocijan de día o de noche en nuestros pueblos y casas dejaran de ser como son, entonces nuestra tradición y leyendas ya no serían igual y ellos, como nosotros serían unos simples mortales.- Y así , hablando quedito , recordando , mostrando su apacible faz la adorable viejecita se fue quedando dormida .
F I N.
Donaciano Barradas Ortega.

San Juan Evangelista, Ver. México.  A 16 de Julio de 2014.

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