Pánfilo
el chaneque.
Pánfilo era un chaneque desconocido en el pueblo, nadie
recordaba haberlo visto alguna vez, bueno, ni siquiera don Abundio que era el
viejo más viejo de la comunidad, y que digo de la comunidad, ¡De toda la
comarca! Como él mismo decía. La única
persona de los alrededores que, con cierta sonrisa picarona decía conocerlo era
doña Mere, la abuelita que vive allá por
la orilla del río, cuenta que cuando ella tenía como cinco años, ¡Uuuuuuuu! Ahora tiene como
noventa, pero no le pregunten la edad porque se ofende pues dice que a las
señoritas no se les cuentan los años. El caso es , dice la anciana, que en ese
entonces ella conoció a ese chaneque regordete vestido con pantalón corto azul
claro de tirantes de la misma tela, y
camisa anaranjada con mangas largas bombachas, sombrero gris con barboquejo y
zapatos del mismo color que parecía le quedaban grandes. Lo acompañaban otros
chaneques con vestimentas parecidas y todas de vivos colores. Entre ellos iba
Tancredo, un chaneque con cara de enojón, Zoraida que era una chanequita de
cara muy linda y Gomoso, un chaneque pequeñín, travieso y juguetón.
Pánfilo y sus amigos llegaban
por el río y se trepaban por el lado del barranco al palo de limón dulce que
está mero atrás del patio, sigue
contando la anciana bien acomodada en una poltrona ,mientras saborea un agua de
tamarindo,-Y verán , sigue diciendo : los cuatro personajes jugaban entre los árboles, comían
frutillas silvestres ,guayabas o nanches y Gomoso se comió en una ocasión un puño de chilpayas
y se enchiló tanto que se bajó corriendo al río a tomar agua mientras los demás
se reían con ganas.
Pánfilo se montaba en
una rama un rato y luego saltaba a las
ramas de aguacate o al árbol de mango, se perdía por allá arriba y de momento
aparece en el palo de guanábana, cierta vez andaba tan alocado jugando , que al
pasar bajo el árbol mi mamá Emilia, que
andaba tendiendo ropa, Pánfilo atropelló una guanábana madura, la tiró y casi
le cae a mamá en la cabeza, se le despachurró en el hombro embarrándole de fresca
y dulce pulpa toda la blusa y mis hermanitos y yo corrimos a comernos la pulpa
que se le resbalaba por la camisa a mamá ; le achacamos el incidente a un
airecillo que en ese momento mecía las ramas de los árboles , pero fue Pánfilo
el culpable de aquella atrocidad, cuenta riéndose la viejita Mere. Nadie puede
ver a los chaneques, nos comenta la anciana, solamente los niños o niñas inocentes o gentes como yo que
no nos casamos y vivimos en
gracia de Dios.
De todos modos , asegura la viejita con una
sonrisa burlona , el tal Pánfilo , asustado por su travesura se fue a esconder
entre los racimos de cocos en lo más
alto de una palmera donde creyó estar a salvo hasta que sin querer sacudió con
fuerza un panal de avispas campaneras que lo picotearon a mas no poder ,
haciendo que el pobre chaneque casi
volara de rama en rama hasta el limón dulce desde donde se aventó al río para
ponerse a salvo y por otro lado el Tancredo y Zoraida se escondieron bajo la
tapa de madera del pozo para que no los picaran las avispas y Gomoso logró zambullirse
a la tina de agua jabonosa de donde nomás sacaba burbujas, termina contando y
riéndose la abuelita.
Mientras jugaba con sus
cuatro hermanitos y dos hermanitas , Pánfilo la observaba desde arriba de los
árboles , algunas veces enjorquetado en la rama de un ciruelo saboreando el jugo de las ricas frutas ,
otras veces desde el palo de mandarinas donde desgajaba las naranjas y con
fruición chupa los gajos, a veces cortaba aromáticas
florecillas de azahar ,dejándole un ramito al alcance de sus manos ,por
esos detalles cree (nos presume la viejita) que el chaneque estaba enamorado de
ella, pues le guiñaba el ojo de vez en
cuando y lo curioso que nadie más de sus hermanos lo veía. El que no dejaba de ladrar y
perseguirlo por debajo de la arboleda
era mi perrito Chirimoyo, un lindo perro amarillo con una mancha café
que le cubría la mitad de la cara con todo y oreja.
Los chaneques, como sabemos en toda la cuenca
del Río Papaloapan, acostumbran corretear y jugar en los patios poblados de árboles frutales, como quien dice
por todas partes, pues en esta bendita
zona lo que abundan son frutas y árboles que las producen. No le hacen daño a
nadie, ni asustan a los niños cuando se dejan ver, por el contrario los cuidan
de alimañas o de otros seres malignos. Cuando acuestan a un bebé a dormir en
una hamaca bajo la sombra de los árboles, ellos, los chaneques los adormecen con sus dulces y
silenciosas voces para que duerman
plácidamente y sin sobresaltos.
Deben saber que los chaneques son seres de
unos ochenta centímetros de estatura,
trepadores ágiles lo mismo a los árboles o a las montaña, son nadadores
incansables, las viejas leyendas aseguran que ellos habitan en lo más
intrincado de la Sierra de Los Tuxtlas, en las faldas del Volcán de San Martín, en el Cerro del
Brujo, vagan y retozan por las islas y manantiales de la laguna de Catemaco.
Aguas arriba se van desparramando por
los pueblos de los ríos Papaloapan, Tesechoacán, del San Juan y ríos
Tonto y Valle Nacional.
-No olviden nunca
que estos seres son nuestros amigos, nos
sigue diciendo la dulce anciana Mere, ellos no mueren, ni siquiera envejecen.
Los pequeños como Gomoso o la niña Zoraida serán vistos siempre igual, ojala
que Tancredo alguna vez quite su cara de
enojón y Pánfilo llegue a ser un distinguido caballero, pero sí esto sucediera,
si los cientos o miles de chaneques que pueblan valles, ríos y montañas, que
nos regocijan de día o de noche en nuestros pueblos y casas dejaran de ser como
son, entonces nuestra tradición y leyendas ya no serían igual y ellos, como nosotros
serían unos simples mortales.- Y así , hablando quedito , recordando ,
mostrando su apacible faz la adorable viejecita se fue quedando dormida .
F
I N.
Donaciano
Barradas Ortega.
No hay comentarios:
Publicar un comentario